Problema educativo: Los profesores no leen.


EncontrĆ© esta maravillosa "critica" y no me pareciĆ³ mĆ”s que necesario compartir en mi blog, por favor leamos. 
A fines del aƱo pasado el abogado chileno AgustĆ­n Squella recibiĆ³ el premio nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2009 y ocupĆ³ su discurso de agradecimiento para hacer una sĆŗplica por la lectura. Squella es profesor de FilosofĆ­a del Derecho en las universidades de ValparaĆ­so y Diego Portales y estĆ” muy consciente de que la lectura es uno de los puntos mĆ”s dĆ©biles de la educaciĆ³n chilena.







SƚPLICA POR LA LECTURA 
Extracto del discurso de agradecimiento de AgustĆ­n Squella al recibir el Premio Nacional de Humanidades 2009 

“Pero de alguien que recibe un Premio Nacional se espera algo mĆ”s que aceptar y agradecer. Se espera, tal vez, algĆŗn tipo de mensaje, recomendaciĆ³n o advertencia, aunque debo admitir que nada de eso concuerda con mi carĆ”cter. 


Sin embargo, en una ocasiĆ³n como Ć©sta siento el deber de interceder por la lectura, mĆ”s aĆŗn, por las palabras, y, en definitiva, por el propio pensamiento, y ello porque pensamos con palabras y porque las palabras se capturan oyĆ©ndolas, pero, sobre todo, leyĆ©ndolas. 
Ser pobres de palabras es ser pobres de pensamiento. Con las palabras pensamos, con las palabras percibimos, con las palabras nombramos, con las palabras recordamos, con las palabras distinguimos, con las palabras relacionamos, con las palabras nos divertimos. Perder palabras es perder las cosas que ellas designan, de manera que cuando nuestro lenguaje se empobrece, lo que se empobrece es la propia realidad y la comprensiĆ³n que tenemos de ella. Quien dispone de una mayor cantidad de palabras percibe mĆ”s de la realidad y es tambiĆ©n capaz de dar mejor cuenta de Ć©sta. 
La educadora Mabel CondemarĆ­n ejemplificaba mĆ”s o menos de la siguiente manera: de dos personas puestas frente a una gran cantidad y diversidad de Ć”rboles, una de ellas exclama “¡QuĆ© lindo bosque!”, mientras la otra dice “¡QuĆ© lindos eucaliptos, boldos, peumos y quillayes!”. 

¿CuĆ”l de esas dos personas percibe y transmite mĆ”s realidad? Ciertamente la segunda, puesto que dispone de las palabras que nombran cada una de las especies que tiene a la vista. En consecuencia, y al revĆ©s de lo que suele decirse, aquĆ­ es el bosque el que no deja ver los Ć”rboles. 







¿QuĆ© digo yo a los jĆ³venes que estudian conmigo? Les digo: vean los Ć”rboles, cada uno de los Ć”rboles, pero para verlos, para reparar en ellos, como tambiĆ©n para pronunciarlos, necesitamos conocer las palabras que los nombran. Palabras que son actos, puesto que tambiĆ©n hacemos cosas con las palabras, de manera que Ć©stas permiten no sĆ³lo notar, comprender y describir el mundo, sino intervenirlo y transformarlo. 

A leer, pues –instigo a los jĆ³venes-, para que no sean sujetos de pocas palabras, sino de muchas, y para que consigan colmar el cofre de su lenguaje, de modo que la cubierta de ese cofre no cierre de puro rebosante de palabras que Ć©l se encuentra, cuĆ”l si se tratara de un tesoro que desparrama su voluptuosa abundancia desde un arca que no es suficiente para contenerlo.” 

La educadora argentina Emilia Ferreiro, quien revolucionĆ³ la lectoescritura, asegura que si los docentes no leen son incapaces de transmitir placer por la lectura. Dice que todos los chicos pueden aprender si los maestros se lo proponen. Para la investigadora, la escuela es muy resistente a los cambios porque siguen instaladas viejas ideas.






Fuente: juegosdematenoticias


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